Como ya les he platicado en mi Newsletter, estoy en un proceso de deshacerme de cosas que no me llenen de felicidad o no cumplan una función específica en mi vida. He estado practicando el desapego a las cosas y, como todo en esta vida, no es 100% claro cómo es que lo experimento: con algunas cosas no me cuesta nada desprenderme, mientras que con otras, les encuentro el significado especial y no puedo deshacerme de ellas.
Pero, es chistoso, pues pensaríamos que cosas que me traen tanta felicidad en mi vida, las cuidaría a capa y espada, aseguraría que siempre estuvieran intactas, que no se desgastaran nunca. Sin embargo, este no es el caso, sino todo lo contrario. Con estas cosas siento el mayor desapego. Les cuento:
Como ya sabrán, uno de mis pasatiempos preferidos es armar rompecabezas y, hace tiempo estaba armando uno de 2,000 piezas. Me estaba costando un poco más de trabajo que lo normal ya que toda la orilla tenía varias filas de piezas completamente blancas. (Disculpen la foto, fue hace tiempo que la tomé y aún no “perfeccionaba” mis habilidades fotográficas para rompecabezas).

Uno de esos días, mientras trabajaba en él, llegó mi esposo a saludarme y se acercó a darme un abrazo, no se había dado cuenta que sobre la mesa había un vaso con agua y, sin querer, lo tumbó. El agua se tiró encima de una buena parte del rompecabezas, inmediatamente corrió por una toalla para intentar remediar la situación y, los dos, esperábamos ansiosamente para ver cuál sería el destino del rompecabezas y sus piezas blancas. Desafortunadamente ocurrió lo que suele pasar con el cartón, se hinchó y las piezas que ya se estaban acomodadas, se juntaron para no poder separarse más. Mientras que las que faltaban por acomodar, no embonaban del todo bien. De cualquier manera, hice lo que pude y lo terminé.
Les platico esta historia porque días después le presté un rompecabezas a una amiga. Me llamó para decirme que estaba algo preocupada porque en su casa había muchos niños y le daba pendiente que se perdiera alguna pieza. Le contesté que no tenía que estarlo, que en todos lados los rompecabezas corren riesgos (procedí a platicarle sobre el incidente del vaso con agua) y que yo, al momento de prestarlo, sabía perfectamente bien que le podría pasar algo y estaba dispuesta a arriesgarme. Le pedí que se despreocupara y lo disfrutara.
Al terminar la llamada, mi mamá, quién estaba a mi lado, me compartió que le llamaba la atención lo tranquila que había reaccionado ante el accidente del vaso con agua. Me comentaba que ella recordaba como solía ser antes y que, quizá si se hubiera enfrentado con una situación similar a mi edad, hubiera reaccionado distinto, le hubiera dado mucho coraje que el rompecabezas se hubiera arruinado por un accidente y no hubiera estado tan tranquila.
Esto me hizo pensar y platicábamos lo siguiente: Creo que hoy en día tenemos muy presentes ser más conscientes de nuestras emociones, estar más serenos, tranquilos, en paz… Todo esto puede ser parte de una tendencia obtenida gracias al conjunto de prácticas de moda: el mindfulness, la meditación, el interés general por el bienestar, etc… Siento que se ha permeado a distintas áreas de nuestras vidas y se manifiesta en diferentes momentos, muchas veces sin darnos cuenta, permitiéndonos que en momentos donde algo no se da cómo lo esperábamos, podamos tranquilamente ver la situación desde fuera y evaluarla antes de reaccionar.
Además, tenemos mayor facilidad de reponer cosas. Seguramente mi mamá podría haber batallado un poco más en su época para encontrar rompecabezas bonitos, diferentes, con diseños y gráficos interesantes. Ahora, es tanto sencillo como echarnos un clavado al internet y dar con el que buscábamos. Muchas cosas que antes eran difíciles de conseguir, ahora las conseguimos dándole clic a un botón.
Ahora, no me malinterpreten, no quiero decir que tenemos permiso de descuidar de las cosas y comprar por comprar o reponer en cualquier momento. Pero definitivo que trae una ventaja grande, nos permite disfrutarlas más e identificar que simplemente son eso: objetos que cumplen una función. Esa función, en muchas ocasiones, es disfrutar. ¿Cuántas veces no nos vamos de shopping y no queremos estrenar el outfit hasta la ocasión perfecta porque no vaya a ser que le suceda algo? O, ¿no nos queremos poner los pantalones blancos porque se pueden manchar? O, ¿no queremos sacar la pluma de su estuche porque se nos puede perder? O, ¿usar el reloj porque se puede rayar? En todas estas situaciones las cosas dominan nuestras acciones. Nos están limitando y no están cumpliendo su función: ser utilizadas para el propósito que fueron creadas.

En lo personal, me sucede esto cuando compro una agenda o libretita nueva. Me da miedo empezar a utilizarla porque siento que me voy a equivocar y ya no va a ser igual de buena (o bonita). Sin embargo, siempre me doy cuenta que con el uso, con los rayones, las anotaciones, los marcadores, los dobleces y hasta las manchas de café, mi agenda comienza a agarrar personalidad y comienzo a disfrutar más de ella. Empieza a cumplir su función: ser mi compañera del día para recordarme lo que debo hacer.
Procuremos no tener cosas que nos generen estrés. Dejémoslas ser. Usa el suéter, ponte el pantalón, usa los zapatos. Que no te de miedo estrenarlos porque luego se pueden manchar o desgastar, si algo nos ha enseñado esta pandemia es que la vida es corta, nada es garantía y los momentos con las amistades, las fiestas, las cosas son para disfrutar. ¿de qué sirve tener el outfit nuevo colgado en un closet? (Seguramente no soy la única que se quedó con prendas el año pasado sin poder estrenar esperando que terminara este encierro y regresar a la vida social).
Lo mismo pienso con los rompecabezas. Para mi, es un pasatiempos que me trae mucha felicidad. Y, yo también quiero compartirlo con gente. Sé que si son personas que aman este pasatiempos como yo, cuidarán el rompecabezas, si llegara a faltar una pieza o se llegara a lastimar de alguna manera, estoy segura que habrá sido un accidente.
Así que, estrena el pantalón, ponte el arete, usa el lipstick, saca los juguetes… la vida es corta y las cosas son para disfrutarse, no para estresarse.
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